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Las montañas Transantárticas —en ocasiones cordillera Transantártica— es una larga cadena montañosa ubicada en la Antártida que atraviesa gran parte del continente de lado a lado, desde el cabo Adare en la Tierra de Victoria hasta la Tierra de Coats, ya en el mar de Weddell. Separa, de un lado, la Antártida Oriental y, del otro, la Antártida occidental y la costa oeste del mar de Ross. Está entrecortada por numerosos glaciares alimentados por el indlandsis de la Antártida Oriental que se expande desde la meseta antártica. Culmina a 4528 m[1] sobre el nivel del mar en el monte Kirkpatrick y tiene veinte picos de al menos 4000 m de altitud. Comprende varios grupos de montaña continuos pero con distintos nombres, que van desde el oeste del mar de Ross y los lados occidentales y australes de la barrera de hielo de Ross; también las montañas Horlick, la cordillera Thiel, las montañas Pensacola, la cordillera Shackleton y las montañas Theron. A pesar del clima polar que reina en ella, el hielo no está presente en toda la cordillera, como en los valles secos de McMurdo donde las precipitaciones son escasas y la evaporación intensa en verano, aunque logran formarse brevemente ríos intermitentes salidos de los glaciares que se derriten; en invierno suele hacer demasiado frío para que caiga nieve, sobre todo en el sur y en altitudes elevadas, donde se acumula principalmente bajo el efecto del viento. Estas condiciones explican por qué la vida es escasa en la cordillera, concentrada principalmente en la costa del mar de Ross donde viven focas y aves, especialmente pingüinos. La cadena es una de las más antiguas de la Tierra, data del Cámbrico y es el resultado de una asociación entre rift y subducción, alternando períodos de vulcanismo, de metamorfismo y de erosión-sedimentación. El relieve actual se debe a una levantamiento que alcanzó su paroxismo en el Eoceno, pero cuyo origen aún no se comprende bien.
Después de su descubrimiento en 1841 por James Clark Ross desde el mar, las montañas Transantárticas constituían a principios del siglo XX una barrera para los exploradores de la época heroica, como Robert Falcon Scott, Ernest Shackleton y Roald Amundsen, que buscaban alcanzar el polo sur, primero magnético luego geográfico, finalmente alcanzados en 1909 y 1911. Las expediciones que lideraron llevaron a cabo en paralelo los primeros trabajos cartográficos y estudios de la cordillera. A partir de 1928, con Richard Byrd, los estadounidenses se interesaron por el continente utilizando medios que aumentaron hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, incluyendo aviones y medios de comunicación de larga distancia. El conocimiento de la cordillera se vuelve más preciso, se completa gradualmente su levantamiento topográfico y la investigación científica fue aumentando. En previsión del Año Geofísico Internacional de 1957-1958, se construyeron bases antárticas permanentes, especialmente en la isla de Ross. Nueva Zelanda jugó un papel importante en la exploración de la cordillera. Se ascendieron picos importantes desde la década de 1960. Sin embargo, los medios se destinaron principalmente al trabajo científico y la cordillera Transantártica siguió siendo de difícil acceso, tanto por mar como por aire, por lo que el alpinismo continuó estando muy poco desarrollado y el medio ambiente en general se ha preservado, con la existencia un área administrada especial en los valles secos de McMurdo y de una veintena de áreas especialmente protegidas. Además, los sitios y monumentos históricos preservan la memoria de la exploración a lo largo de la cordillera.